En ciertas noches del año, en lugares remotos del sur, el mar parece encenderse desde adentro. Como si las olas hubieran memorizado el cielo y ahora lo devolvieran en destellos verdes y azules, como un reflejo líquido de las estrellas.

Así ocurre, de vez en cuando, en las playas de Camarones, sobre la costa atlántica de Chubut. Y aunque el fenómeno dura apenas unas horas, su efecto perdura en quienes lo presencian. El agua chispea, las orillas vibran con luces vivas, y cada movimiento —una ola, una pisada, una corriente— activa un resplandor eléctrico. Es la bioluminiscencia, una de las expresiones más hipnóticas, sutiles y fascinantes de la vida marina.
Brillo natural
La bioluminiscencia es una manifestación de biodiversidad. Detrás de ese espectáculo están millones de organismos microscópicos conocidos como noctilucas, un tipo de fitoplancton que tiene la capacidad de emitir luz propia como mecanismo de defensa. Poseen una proteína llamada luciferasa, que se activa por presión. Esa presión, provocada por el movimiento del agua, genera una reacción química que se traduce en luz.

El resultado es una postal viva: una aurora boreal marina. Cada ola que rompe, cada paso dentro del mar, genera una chispa fugaz, una danza líquida de tonos verdeazulados. No hay tecnología detrás. No hay electricidad. Es la manifestación propia de la naturaleza.
Este fenómeno se ha registrado en diversas partes del mundo, y también en la Argentina, particularmente en las costas de Chubut. Aunque es poco frecuente, puede observarse durante el otoño, la primavera o el verano, cuando las corrientes marinas acercan las concentraciones de fitoplancton a las playas. De día, las noctilucas tiñen el agua de un tono rojizo tenue; de noche, en cambio, transforman la oscuridad en luz.
El destello de los océanos
El 8 de junio se celebra el Día Mundial de los Océanos, una fecha impulsada por Naciones Unidas para reflexionar sobre la importancia de los ecosistemas marinos. Pero más allá de los datos duros y los llamados de atención —necesarios y urgentes—, también es una oportunidad para hablar de su belleza. De su misterio. De los detalles que nos conectan emocionalmente con ese mundo subacuático que sostiene la vida en el planeta.

Áreas Marinas Protegidas: cuando el respiro es decisión
Las Áreas Marinas Protegidas (AMPs) funcionan como refugios trazados en el mapa para que la vida siga su curso sin interferencias destructivas. Como una tregua pactada con el mar.
En Argentina, el 36% de nuestro territorio es marino, pero apenas el 7,8% está protegido. Las AMPs surgen como una herramienta vital para revertir la pérdida de biodiversidad, resguardar ecosistemas, frenar prácticas agresivas como la pesca de arrastre y permitir que las especies se recuperen y se multipliquen. Son espacios donde el mar puede recomponerse, donde las heridas invisibles encuentran tiempo y espacio para cicatrizar.

La ciencia ya lo respalda: conservar al menos el 30% del océano podría evitar futuras pandemias, mitigar el cambio climático y garantizar la provisión de alimentos. Aún falta mucho por hacer. Consolidar lo existente, crear nuevas áreas, y sobre todo, cambiar la forma en que nos relacionamos con el agua que nos rodea.
Las AMPs son, en esencia, un acto concreto de cuidado y conciencia. Un gesto de esperanza frente a tanta sobreexplotación. Y quizás, una de las pocas formas reales de asegurar que esas noches de luz sigan ocurriendo. Porque si el mar nos regala algo tan espectacular como destellos en la oscuridad, lo mínimo que se puede hacer es proteger su resplandor.
Bioluminiscencia: 7 datos sorprendentes que quizá no sabías
1. ¿Qué la produce?
La bioluminiscencia se genera por una reacción química dentro de ciertos organismos vivos. En el caso del mar, suele estar provocada por fitoplancton del tipo Noctiluca scintillans, que emite luz al ser agitado por el movimiento del agua.
2. No es solo marino
Además de en el océano, hay otros seres vivos que brillan: luciérnagas, hongos y hasta algunos peces de aguas profundas también producen bioluminiscencia.
3. Es luz fría
A diferencia de la luz eléctrica o del fuego, la bioluminiscencia no genera calor. Se trata de una “luz fría”, eficiente y sin pérdida de energía por calor.
4. Defensa brillante
Muchas especies usan la bioluminiscencia como mecanismo de defensa: al brillar repentinamente, desorientan a sus depredadores o los ahuyentan simulando ser más grandes.
5. Argentina también brilla
Aunque es más común verla en países como Maldivas, Japón o Puerto Rico, en la Patagonia argentina —especialmente en las costas de Chubut— se han registrado fenómenos de bioluminiscencia en primavera, verano y otoño.
6. De día, rojas
Las noctilucas no solo tienen una cara luminosa: de día, se observan como manchas rojizas flotando en el agua, un fenómeno conocido como marea roja no tóxica.
7. No es peligrosa
A diferencia de otras floraciones algales, las noctilucas no son tóxicas para el ser humano. Se puede entrar al agua o tocarlas sin riesgos para la salud.